Sin ‘Andy’ y con Adán Augusto al filo: el Consejo Nacional que exhibe el deterioro de Morena

Sin ‘Andy’ y con Adán Augusto al filo: el Consejo Nacional que exhibe el deterioro de Morena

El Consejo Nacional de Morena fue convocado para marcar rumbo, mostrar músculo político y disipar dudas. Pero lo único que logró disiparse fue la poca credibilidad que aún le quedaba a su dirigencia.

Desde el arranque, el ambiente olía a simulación. No estaba Andy López Beltrán, pieza clave del aparato interno y, curiosamente, hijo del fundador. Nadie explicó bien por qué. Un “asunto personal” fue la excusa más desgastada del día, como si un carnicero faltara a su propio negocio el fin de semana por “no tener cuchillo”.

Tampoco apareció Ricardo Monreal, ese eterno opositor interno que juega a ser leal mientras busca su salida elegante. Dijo que tenía compromisos familiares. ¿Más importantes que el Consejo Nacional? Tal vez. O tal vez prefirió no ver en persona el show de autoprotección que su partido ha aprendido a perfeccionar.

Y cuando apareció Adán Augusto López, el ambiente se volvió casi surrealista. Con señalamientos encima por presuntos vínculos con el narco y un silencio que apesta a cálculo, el senador subió al estrado no para aclarar, sino para repetir la vieja fórmula: victimizarse. “Es politiquería”, gritó. Aplausos. Porque en Morena ya no se exige rendición de cuentas, solo lealtad al teatro.

Luisa Alcalde, siempre elegante y medida, intentó hacer control de daños. Habló de ética, de principios, de no encubrir a corruptos. Pero al hacerlo, pareció estar leyendo el guión de otra película. Una donde Morena aún es el partido que muchos quisieron que fuera, no el que se está convirtiendo: una maquinaria cerrada, complaciente y desconectada.

Se presentó también la novedad del día: una “Comisión Evaluadora” para nuevas afiliaciones. Como si el problema estuviera en los que quieren entrar, y no en los que nunca debieron quedarse. Poner un nuevo filtro cuando ya se han colado caciques, juniors, cómplices y oportunistas es como cambiarle el candado a una puerta que ya no tiene bisagras.

Pero lo más preocupante no fue lo que se dijo. Fue lo que no se dijo. Ni una palabra sobre los escándalos que golpean al partido. Ni una autocrítica. Ni una pizca de incomodidad. Al contrario: abrazos, selfies, discursos autocelebratorios. Morena no tuvo un Consejo Nacional, tuvo una misa de domingo en la que todos fingieron que el infierno no está a la vuelta de la esquina.


Morena no está en crisis. Está en negación.
Y eso es peor. Porque cuando el silencio se institucionaliza, el cinismo se normaliza y los discursos se repiten como mantras vacíos, lo único que queda es una cúpula convencida de que todo está bien… mientras el suelo se les hunde.

¿Reunión estratégica o acto de escapismo colectivo? Llámalo como quieras. Lo único cierto es que la única transformación que vimos fue la del discurso en farsa. Y eso, ni con “unidad” lo salvan.

Comentarios

Aún no hay comentarios. ¿Por qué no comienzas el debate?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *