Un escándalo ha estallado en el círculo político mexicano, y no hay excusas posibles. El senador Gerardo Fernández Noroña y la ministra de la Suprema Corte, Lenia Batres, han sido expuestos en fotografías junto a Guillermo Fragoso Báez, un personaje que no es un simple líder social, sino un criminal con una orden de aprehensión por sus vínculos con la violenta organización “La Chokiza”.
Las imágenes, que circulan ampliamente en redes sociales, no son un montaje. Muestran la cercanía de dos de los políticos más influyentes del país con un individuo buscado por la justicia.
- Gerardo Fernández Noroña, que aspira a ser un líder nacional, aparece sonriente en un selfie con Fragoso Báez. ¿Qué tipo de relación justifica una fotografía tan informal con un presunto delincuente? ¿Es esta la clase de gente con la que se reúne la élite política?
- La ministra Lenia Batres, que debería ser la guardiana de la legalidad, también posa cómodamente junto a él. Esto es particularmente grave, pues su posición exige un compromiso inquebrantable con el Estado de Derecho. Su presencia junto a un criminal con orden de aprehensión es una bofetada a la justicia que juró defender.
El caso de Guillermo Fragoso Báez es claro: la orden de aprehensión 0000421/2024 lo señala directamente por sus nexos con una banda dedicada a la extorsión, despojo y otros crímenes. El hecho de que personajes como Noroña y Batres aparezcan con él no puede ser una simple casualidad.
Estas fotografías son más que incómodas; son una prueba visible del nivel de impunidad que se maneja en México. Revelan cómo figuras del poder conviven abiertamente con líderes criminales. Esto no solo mancha sus carreras, sino que también destruye la confianza en las instituciones.
La sociedad merece respuestas. No bastan las excusas de que «no sabían quién era». Es su responsabilidad conocer a las personas con las que se asocian. Estas imágenes son la prueba de que, para algunos políticos, la línea entre la política y el crimen ya se ha borrado por completo.