Teuchitlán, Jalisco – Tras el hallazgo del Rancho Izaguirre, presuntamente utilizado como campo de adiestramiento del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), la Fiscalía General de la República (FGR) ha decidido atraer la investigación ante evidentes irregularidades por parte de las autoridades locales.
Sin embargo, más allá de las omisiones recientes, el caso ha desenterrado viejas heridas e impunidad institucional que siguen sin resolverse: el caso Ayotzinapa. Las similitudes en el manejo del Rancho Izaguirre con lo ocurrido en Iguala han sido imposibles de ignorar, y todas las miradas apuntan nuevamente a Ángel Aguirre Rivero, exgobernador de Guerrero, cuyo nombre sigue estando ligado a una de las mayores tragedias de desaparición forzada en la historia del país.
El fiscal general Alejandro Gertz Manero no dudó en señalar la cadena de negligencias: las autoridades estatales encargadas tras la intervención de la Guardia Nacional en septiembre pasado no aseguraron el lugar, omitieron recabar testimonios y faltaron a los protocolos básicos de investigación. Esta misma dinámica de simulación y encubrimiento es la que permitió que en Guerrero se perdiera el rastro de 43 estudiantes normalistas, y el encubrimiento político encabezado por Aguirre fue pieza clave para que, una década después, no haya justicia.
La FGR ha solicitado la comparecencia del exgobernador, no solo como parte del caso Ayotzinapa, sino porque el modelo de impunidad que representó su administración es el mismo que hoy opera en otras entidades. Su figura se ha convertido en símbolo del fracaso del Estado mexicano para proteger a sus ciudadanos y del pacto de silencio que durante años ha beneficiado a políticos y criminales por igual.
Movimiento Ciudadano guarda silencio, Astudillo también
Mientras el caso sacude a Jalisco y compromete seriamente la gestión de Enrique Alfaro, en Guerrero los políticos de Movimiento Ciudadano han optado por el silencio. Ninguna voz del partido ha exigido responsabilidades ni ha opinado sobre lo sucedido en el Rancho Izaguirre.
Por su parte, Héctor Astudillo, sucesor de Aguirre en el cargo, no ha emitido declaración alguna, pese a la gravedad de los paralelismos. En este contexto, el silencio no solo incomoda: confirma la complicidad de quienes han preferido mirar hacia otro lado.