Mientras miles de mexicanos enfrentan desabasto de medicamentos, hospitales sin insumos y un sistema de salud colapsado, el Gobierno federal ha decidido invertir recursos públicos en un proyecto que raya en lo absurdo: la creación y distribución del «Chocolate del Bienestar».
Este producto —impulsado por programas oficiales como parte de una supuesta política de autosuficiencia alimentaria— ha sido presentado como un logro en el combate a la pobreza. Pero la realidad es otra: es un gasto innecesario, sin beneficios claros y con un mensaje profundamente contradictorio.
Porque ¿qué sentido tiene regalar chocolate en un país con una epidemia de diabetes, sobrepeso y enfermedades cardiovasculares? ¿De verdad se cree que cacao con azúcar puede considerarse una política pública seria en pleno 2025?
Más aún, el “Chocolate del Bienestar” no solo es un producto con cuestionables beneficios nutricionales, sino que cuesta dinero. Dinero real. Dinero público. Dinero que podría usarse para abastecer hospitales, mejorar escuelas, o atender emergencias reales como la violencia de género, la crisis hídrica o la infraestructura abandonada en comunidades marginadas.
Pero no. En su lugar, se imprime propaganda en etiquetas y se distribuye un producto que, por más folclórico que parezca, no resuelve la pobreza, no genera bienestar y no combate el hambre.
Es populismo envuelto en papel aluminio.
Y mientras el gobierno presume logros de cacao, la realidad arde: niños sin medicamentos oncológicos, mujeres sin atención médica digna y comunidades enteras sin acceso a agua potable.
No se trata de odiar al chocolate. Se trata de entender que no es prioridad nacional, ni solución estructural. Es una cortina de humo con sabor amargo.