Morena se desangra; crecen reproches contra ‘Andy’ López Beltrán

La fractura interna de Morena ya no puede ocultarse. Tras el desastroso desempeño en la elección judicial y los tropiezos en Durango y Veracruz, el nombre que más resuena en los pasillos del poder no es el de un gobernador, ni el de un dirigente partidista, sino el de Andrés Manuel López Beltrán, “Andy”, hijo del expresidente Andrés Manuel López Obrador.
La operación electoral que se le encomendó a Andy fue respaldada, según fuentes de alto nivel, por once gobernadores morenistas que incluso habrían entregado millones de pesos en efectivo para aceitar la maquinaria política y garantizar resultados contundentes. El objetivo era ambicioso: movilizar a más de 20 millones de votantes en la elección judicial, asegurar las tres principales ciudades de Durango y ampliar la presencia de Morena en Veracruz.
No cumplió ninguno.
La participación en la elección judicial apenas superó los 13 millones de votantes, un fracaso rotundo que deslegitima los esfuerzos del partido por venderla como una conquista democrática. En Durango, de las tres ciudades más importantes, Morena solo logró ganar una. Y en Veracruz, lejos de avanzar, perdieron 16 presidencias municipales respecto a su posición anterior.
Las críticas no se han hecho esperar. Gobernadores que apostaron su capital político y recursos en la estrategia de Andy ahora cuestionan su capacidad, su criterio y su lugar dentro del partido. En privado, varios de ellos lo acusan de haber improvisado, centralizado las decisiones y menospreciado la experiencia de las bases territoriales, creyendo que el apellido bastaba para ganar.
Para muchos dentro del movimiento, el hijo del expresidente encarna una visión patrimonialista y fallida del poder. La derrota no solo le resta autoridad política a Andy, sino que reaviva las tensiones internas entre los cuadros fundadores de Morena, los gobernadores actuales y los llamados «herederos» de la 4T.
Lo que era una estructura aparentemente sólida comienza a mostrar fisuras profundas, y el nombre de Andy López Beltrán ya no representa una promesa de continuidad, sino un símbolo del desgaste, el capricho y el error estratégico.