Gatell a la OMS. El absurdo que desnuda la crisis moral de la 4T

En un país donde el sector salud sigue de rodillas por los estragos del sexenio pasado, el simple rumor de que Hugo López-Gatell, el rostro más polémico de la fallida estrategia contra la pandemia, pueda ser designado representante de México ante la Organización Mundial de la Salud (OMS) no solo resulta ofensivo: es una bofetada a los miles de familiares que perdieron a un ser querido por decisiones mal tomadas, ocultamientos sistemáticos y una austeridad brutal.

La versión surgió de una publicación en X de María Elena Álvarez-Buylla, exdirectora del difunto Conacyt, quien —sin tener cargo alguno en la administración de Sheinbaum— felicitó a Gatell por su supuesto nombramiento, exaltando su desempeño durante la pandemia… como si no hubiese dejado un saldo real de más de 788 mil muertes, muy por encima de la cifra oficial maquillada por su propia oficina.

El revuelo fue inmediato, pero el Senado —a través de Gerardo Fernández Noroña— salió a desmentir cualquier propuesta oficial. Ni la Cancillería, ni el actual gobierno, ni la propia OMS han confirmado nada. Y sin embargo, el simple hecho de que un nombramiento así se considere posible muestra cuán enfermo sigue el sistema político que impulsó la 4T.

Este rumor no llega solo. Viene acompañado del escandaloso ascenso de Juan Ferrer, el enterrador del Seguro Popular y creador del malogrado Insabi, ahora designado embajador en la UNESCO. Ferrer dejó un sistema sanitario en ruinas, vació fondos, endeudó al Estado con proveedores, y fue parte del desastre que terminó matando de desabasto a miles de mexicanos. ¿Y su premio? Vivir en París con fuero diplomático.

¿Quién está realmente tomando decisiones en México? Ni Ferrer, ni Gatell, ni Buylla forman parte del equipo cercano de Claudia Sheinbaum, quien ha intentado mostrarse como una figura más técnica y moderada. Todo apunta a que estos movimientos son maniobras del ala dura de Morena, la misma que sigue operando bajo la sombra de López Obrador y que busca colocar a sus figuras más quemadas fuera del país, lejos del escarnio público… pero no sin beneficios.

Hay que decirlo con claridad: la OMS no entrega puestos por capricho político ni favores ideológicos. Los cargos se ganan por méritos comprobables, no por militancia. Gatell ya había tenido en 2020 una participación menor como miembro de un panel técnico del Reglamento Sanitario Internacional, sin sueldo ni influencia real. Nada lo acredita hoy para ser la voz de México ante un organismo que exige profesionalismo, no propaganda.

En la Asamblea Mundial de la Salud de 2024, México estuvo representado por el director de Cenaprece y la embajadora en Ginebra. Gatell no aparece por ningún lado. Y si se quisiera enviar a alguien a un puesto formal, debería hacerlo la Cancillería, con aprobación del Senado. Nada de eso ha ocurrido.

La mera circulación de esta posibilidad deja al descubierto un fondo más grave: el desprecio por la memoria de las víctimas, el desdén por la ética pública y el uso de instituciones internacionales como premio de consuelo para quienes fracasaron rotundamente en casa.

Mientras se juega con rumores y se mueven piezas políticas, el sistema de salud mexicano sigue colapsado. Los hospitales públicos arrastran el desabasto, los pacientes mueren esperando, y los responsables directos de esta catástrofe ahora posan como “representantes” de México ante el mundo.

Si este país quiere recuperar la salud —literal y moral—, lo primero que debe hacer es dejar de premiar a los responsables del desastre. El legado de la 4T en salud es una tragedia nacional. Y si aún queda algo de dignidad institucional, Gatell no debe acercarse ni a la entrada de la OMS.

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